La minutera, vivir el acto fotográfico
Años atrás durante una bienal de fotografía documental en Tucumán, su organizador, Julio Pantoja me presentó a Darío Albornoz, investigador y fotógrafo quién presentaba su libro “Fotografía (historia viviente) Tucumán 1920-1970” que incluye una serie de entrevistas a fotógrafos y entre ellos a un “minutero” que trabajaba en la Plaza Independencia en Tucumán, al que muchas veces ví parado al lado de la fuente, bajo la sombra de una tipa. En otra oportunidad escuché a Juan Travnik recordar a Oscar Pintor diciendo que “un retrato es la batalla entre el fotógrafo y el fotografiado” que el fotógrafo tratara de descubrir el personaje que se esconde en el sujeto y este otro intentara construir un personaje que protagonice la imágen. Durante mucho tiempo estuve interesado en retratar a las personas y sus oficios. Siempre fue una necesidad para mí, entregar una copia a cada uno de los fotografiados en forma de compensación por el tiempo y la oportunidad que me daban para hacer esas fotos. En el museo Simik ví la primera cámara minutera por dentro y me decidí a hacer la mía. Aun creo que al tiempo de hacer el retrato con la minutera, no solo puedo saldar esta deuda casi al mismo tiempo de terminar de hacer la foto. Puedo decir que con la cámara minutera comparto el acto de la toma y se convierte en una experiencia mutua. Mientras que la fotografía en un papel, como un objeto, se convierte en un vínculo ligado a la memoria de esa experiencia. Por estos días la Minutera se convirtió en la posibilidad de solventar los gastos de los viajes que quiero hacer con ella.