Le proponerle al maestro dar a los chicos un taller de fotografía estenopeica.

La escuelita, es una construcción muy antigua. Una habitación alargada con ventanas de rustica madera maciza, tres por un lado y una del lado de las puertas que dan a un alero que se comunica con el patio. El mástil a un costado de la cancha de fútbol, un arco invalidado por profundas huellas en el barro fresco de lluvias pasadas. Detrás del otro, un canal con el agua hasta el borde y un frondoso árbol que me presta su sombra para estacionar a Victoria y dar el taller, sin que el calor nos haga insoportable el encierro del cuarto obscuro.
Pasados los años “de gobiernos populistas” no esperaba encontrarme con un monitor o computadora. Un enchufe en la pared al lado de una tecla para la luz , una instalación aérea, dos lamparas de bajo consumo que colgaban del techo.
Apenas me detuve a ver, pero advertí un mínimo mobiliario. Un par de armarios, extrañe el escritorio del maestro, un pizarrón pintado en la pared, bancos y sillas de distintos tiempos, incluían algunos con patas de fundición de hierro, otros de madera y cuero, todos funcionales y combinados a fuerza de acomodar a una quincena de chicos que intentaban mantener su lugar, con las insistentes directivas del profesor.
Ramón Isaias Aguirre lleva 23 años de maestro, resiste en su lugar como único docente y encargado de la Escuela 425 de Pozo del Tigre, Formosa.
La escuela estaba más adentro, en el monte, la trasladaron hace poco y con ella solo quedaron los chicos del lugar y alguno que vive más lejos el maestro lleva y trae todos los días en su camioneta.
Con la ayuda de un par de sillas acomodé el monitor y la compu.
Aun tengo guardada una serie de imágenes en mi memoria de ese momento en que los chicos quedaron iluminados por la sola luz que entraba por la puerta a un costado de la pantalla, aferrados a sus bancos y expectantes. Todos intentaban ocupar un mejor lugar para ver lo que traía este desconocido personaje que bajo de una combi en el patio de su escuela.
- Soy fotógrafo. Les dije y les proyecte algunas imágenes y esquemas sobre lo que haríamos.
Salimos al patio y les presente formalmente a Victoria.
En un extremo del alero que da al patio, un señor que ayuda en la escuela preparaba algo en una mesa grande. Después entendí que se disponía a cocinar con una parrilla improvisada sobre un fuego hecho con leños. La comida estará lista a las doce, los chicos almuerzan antes de regresar a sus casas.
La experiencia fotográfica tiene que ser más expedita. Todos se reparten las cámaras (latas y cajas) que tengo listas. A un par les hago el estenopo yo mismo mientras les explico el proceso e insisto sobre el vocabulario. Ramón intenta calmar a los chicos que están muy excitados.
Al fin en grupos de cuatro subimos a Victoria, ya acondicionada como cuarto obscuro. Con la Luz Roja cargamos las cámaras y les explico de la importancia de controlar la entrada de luz.
Las edades de los chicos iba desde los seis hasta los quince años, entre criollos y comunidades originarias.
- ¡Me gusta tu casa, Lucas! Me dice una nena, de las más chicas, no pude retener su nombre, cuando estábamos cargando su cámara.
En la primera ronda de revelado como todos, los chicos alucinan aún cuando se revela ante sus ojos el papel expuesto, aun cuando el resultado no es el mejor.
- ¿Que vas a hacer con esta foto? -Es un negativo y es tuyo.
-Ahora la mía. Estira su mano Santiago de unos 8 años con la cámara en una mano y la tapa en la otra, velando el papel en su interior que ya paso de blanco a violeta por exposición directa a la luz del sol del mediodía.
¡Aprendamos! Miren lo que paso. Y revelamos el papel velado.


¡No va alcanzar! Escuche que comento al señor que preparaba la comida decir al maestro, intuí que los chicos ya tenían que comer.
A este ritmo no íbamos a poder hacer ningún positivo, así es que improvisé una toma grupal con la minutera que estaba dispuesta bajo la sombra donde vimos como sé enfocaba y se formaba la imagen.
Conseguí hacer un negativo y un par de positivos para dejarles al maestro y los chicos.
Me apuré a compartír la bitácora de la minutera para que todos escriban en rededor del negativo.
Con el final, el almuerzo estaba esperando, vinieron los abrazos y agradecimientos mutuos, una emocionante despedida.
- ¿Volvés mañana? Escuche desde un costado. Me quede guardando todo.
Terminaron de comer se fue el maestro y el señor que cocino bajo la bandera del mástil.
Un nene me despedía corriendo al costado de la camioneta mientras me tomaba de la punta de los dedos, los otros quedaron detrás.
Chau Lucas Gracias, Gracias. Apenas puede evitar que se me quiebre la voz de la emoción. En la ruta sin salir del asombro y en lo increíble de ese encuentro, que sería inolvidable y marcaría mís días siguientes.
Nunca nos volveremos a ver, algún día cuando hagan fotos se acordaran, pensé.

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