De la vida de las cosas
Mi herramienta preferida es la que convierte una fracción de tiempo en un objeto. Después de una entrevista un artista salteño me obsequió un dibujo que tituló “la máquina para guardar los recuerdos”. ¿Que recordamos? Me ufano de estar desprovisto de memoria o al menos de manera consciente. Pensaba sobre la foto de un colega que me llevó a una película que vi en mi adolescencia. Creo que de algún lugar, quizás algo en la memoria nos lleva a tomar ciertos recortes de lo que vemos. Estaba de viaje y un amigo me alcanzó los anteojos de mi abuelo que habían quedado en Salta y tuve que desocupar mi casa. Otros amigos acudieron a albergar algunos de mis objetos, otros se desvanecieron, se convirtieron en cosas usadas y viejas. Entiendo que la memoria nos construye, nos orienta y nos guía. Sin embargo, soy incapaz de recordar las indicaciones en el camino o un rostro. Conservo un ojo de buey, una semilla a modo de recuerdo de mi paso por Paraguay. Solo yo puedo vincular fragmentos de mis recuerdos con ese objeto que según aprendí es capaz de permanecer años antes de brotar como una gran enredadera que puede tapar completamente los árboles sobre los cuales trepa. Fotografío para recordar, dice el fotógrafo. Viajando me planteo varias formas de registrar, formas que son solo nuevos objetos que tienen diferentes sentidos. Convenimos que una silla es una silla pero al sujetarla y advertir su textura, ver las vetas de su madera, sus curvas y uniones, pienso en el trabajo de un carpintero y sus manos. ¿Donde creció ese tronco? ¿Quien lo llevó hasta sierra? Mi memoria funciona, más asociada a mi imaginario que a lo real. Una lata oxidada en la playa es real. Pensar en que antes estuvo en el anaquel de un comercio no es fantástico. Imaginar quién y cómo fue la mano quien la llevó una tarde en el mar. Los restos de un caracol una cruz de piedra roja llama mi atención en la arena. ¿De quién fue? ¿Cuanto tiempo paso en el mar? Hay objetos de los cuales tengo una noción de parte de su vida. Los anteojos de mi abuelo, los adapté a mi deficiencia visual. Mi madre me regaló un reloj e imagino su encuentro con este objeto. Su intención de certificar ese momento. Uno de mis juegos favoritos es convertir una lata de sardinas en una cámara fotográfica, compartirla y descubrir las reacciones de quienes reciben un objeto que se transformó justo al fin de su vida y cobra un nuevo sentido. Recorto fracciones del paisaje y del tiempo, soy consciente y se convierten en una aproximación de cómo me siento o pienso. Una de bitácora de viaje y que quizá reencuentre con el tiempo.