




















Cuando sube el agua del río tratamos de salvar todo lo que este a mano, subimos al techo a esperar que pase el temporal. Cuando los criminales son el estado que lo arrasa todo, lo que queda es tomarse de las manos, reconocerse como parte y resistir. Un día, en un lugar común. Lo explícito o simbólico, los ídolos y representantes. Los paños, los pisos, las paredes y la voz no alcanzan, se ponen los cuerpos. Las Madres están allí y desde ellas son ejemplo, inspiración, surgen canciones, en coros de miles por miles. A través del espacio se materializan y golpean los cuerpos para quedarse como tatuajes indelebles. En objetos y vestiduras que reproducen y multiplican su mensaje. Lucila Senna las representó en un grabado con forma de corazón con pañuelo. Ella se paró en la calle con un pupitre, a pocas cuadras de Plaza de Mayo, su rodillo con tinta hace copias en un pedacito de papel que regala, ese mensaje vuelve a volar. Los héroes y dioses son convocados. Están ellas las Madres y las Abuelas. El Diego y el Che, el idealista y los dos como una misma persona. Eva y Perón, Cristina y Néstor, Charly y Spinetta, Milagro Sala, Julio López y las victimas del estado represor están presentes, sostenidas por las manos de una multitud de personas que se hace sentir. Una madre y su hija me muestran orgullosas el dibujo de Néstor abrazando a una Abuela. El miércoles marchan los Jubilados. Reescribiendo, reafirmando, sosteniendo, Por los 30.000 Compañeros secuestrados y desaparecidos. “Nunca Más”