Encuentro en Curitiba
Llegué a Curitiba, enorme y moderna, pensando en la distancia de treinta años sin vernos. Me recibió una mujer que no conocía en la cocina de su casa. Amplia y cubierta de herramientas de de pastelería. Desde la mesa del comedor hablamos un largo rato mientras ella preparaba pedidos y le daba los toques finales a algunas decoraciones. Fernanda comparte con su madre la destreza en la cocina y se complementan entre los dulces y los salados, la atención al público y la producción, crono-gramas de entregas y logística. Luciana, ausente ese día, estaba en casa de su hermana en Camboriú donde nos conocimos en 1985. Llegó Lito que trabaja en una fábrica a un par de horas de micro. ¡Qué hacé papá ! – dijo, cuando me encontró su mirada y todos esos años se llenaron con un abrazo. El café acompañó los recuerdos del secundario que parecían tan lejos. Una videollamada a deshora nos encontró con Kuki con quien formábamos un trío en los días de colegio. A Rodrigo lo conocí en Tucumán alguna vez que fueron a visitar a los abuelos, no tenía 10 años, ahora es dueño de una barbería y padre de familia. Gabriel, el menor de los tres hijos, en días que lo conocí estaba preparando su casamiento. Durante las horas libres Lito y Luciana estudian la Biblia, Lito ya es pastor. Cuando esté aposentado (planea su retiro para dentro de unos meses) pienso tomarme un tiempo para viajar a Argentina, dice. Recordábamos a un par de profesores que nos expulsaron de sus clases y nos calificaban de malas compañías. Habremos sido algo diferentes, no tan malos. Considerando lo afectuosa que fue mi estadía y que mi primer trabajo me lo consiguió él mismo que ahora llaman pastor Simón, me despido antes que me encuentren para hacer. Yo hice el asado y Lito las empanadas tucumanas, las pocas fotos el único registro.