Ocho meses de una experiencia que ninguno esperaba. Todo el planeta sumido en una misma situación con muchos matices.
No podemos dejar de hacer fotos dijo un amigo. Y así fue para mí.
¿Qué hacer? Redescubrir todo se convirtió en un motivo, un registro para comparar el paso del tiempo.
Recién en el mes de agosto el COVID-19 llegó a San Antonio, hasta ese día la vida era normal y las víctimas solo estaban en la tele.
Los que nos dejaban estaban lejos. Una primera víctima en el pueblo dejó al descubierto la fragilidad del sistema. Se nublaron los planes de la próxima temporada. Y los encuentros a cenar y hablar de política con unos amigos nuevos se convirtieron en un riesgo.
Un motivo para hacer fotos a los +Esenciales, entreviste a médicos del pueblo, la serie que se hizo ARGRA se extendió por todo el país.
Si hubiese nacido en este lugar, con el horizonte en frente y donde las mareas cada seis horas dejan a la vista el fondo del mar la Escuela Superior de Ciencias Marinas de San Antonio Oeste me hubiera sido atractiva. Afortunadamente soy fotógrafo y siempre tengo preguntas para mirar y descubrir.
¿Que ven cuando miran el horizonte?
El desafío no es no caerse. El desafío es levantarse cada vez. Estaba un poquitín bajonado y me vine a pasar el día en la playa.
Llevaba pocos minutos estacionado en el mejor lugar posible con la mejor vista y protegido del viento. Un mate caliente, facturas con dulce de leche, hice fotos de todo el rededor y vería como cambia con la luz al correr el día.
El sonido de un motor a altas revoluciones llamó mi atención, era una camioneta que venía por la playa.
Yo estoy justo en donde el termina el camino, solo los vehículos especialmente preparados pueden seguir por la arena.
Las revoluciones aumentaban hasta que se detuvo intentando cruzar desde la playa húmeda hasta el camino. Me volví a verlos cuando apareció otra camioneta en idénticas condiciones por el mismo camino. Esta vez muy rápido, y sin levantar el pie del acelerador se abrió para esquivar la camioneta atascada y con dos saltos en la arena muy blanda avanzo hasta llegar donde yo me estacione a unos 600 metros de la subida de la playa.
Una f100 y una sylverado de los 70 casi sin rastros de pintura, el ocre del metal oxidado las hermanaba con algunos parches de color negro. Cargadas con leñas a más no poder, sus ruedas traseras desaparecen en parte debajo de los guardabarros.

“Si no tenes la foto no me lo cuentes” me decía un editor cuando me veía entrar a la redacción por la tarde, después de haber desaparecido en las calles todo el día. En esos tiempos no existían los celulares, seguíamos los rumores, los datos de los canillitas y las fotos se veían por primera vez en el laboratorio.

Estaba en maya y descalzo, no tenía la cámara que llevo en el cinturón. Voy a vivir este momento sin que la cámara se interponga. Me dijo un gran fotógrafo para justificar los momentos en los que no hacía fotos.

Ofrecí mi pala, pero no les hacía falta. Cuando llegué ya habían despejado las ruedas con las manos. Pensé, seguro tendrán que descargar la leña y me dispuse a ayudarles. De la otra camioneta trajeron una linga pero estaba muy lejos en la arena para engancharla. Cuando iba a ofrecer la mía, me dijeron que no tenía arranque, el burro no funcionaba, ya habían puesto el gato y despejado una rueda. Envolvieron esta con la linga, embragaron en tercera, tiraron de la linga y la camioneta arrancó.
Pusieron unas tablas delante de las ruedas y un pedazo de cubierta de camión en otra. Los seis empujamos a un tiempo y la camioneta avanzó unos metros y se volvió a enterrar. Repetimos la misma fórmula dos veces más y llegamos al camino.

De ellos dos de más de cincuenta y los menores más de veinte. Sus manos hablaban de trabajo duro. En el verano son ellos los usan por camino la playa para llegar donde cazar pulpos y corren en las viejas camionetas para ganarle a la marea que al subir lo tapa.
Algunos tenían un acento cordillerano, pensé en buscar la cámara, en otro momento lo haré. Me aconsejaron seguir por la playa más al sur, es muy lindo, me dijeron.
Hoy será un gran día, a los minutos que se fueron los pulperos, un pájaro, justo frente a mí se sumergió en el mar un par de veces y emergió con un pescado en el pico.

Esto pasó en el Buque, así llaman a este pedazo de playa justo al final del camino, al sur de las Grutas en la provincia de Rio Negro casi al inicio de la costa patagónica Argentina, el lugar que me resguarda del COVID 19 desde marzo del 2020.
Pd.:
Cristian, Exequiel y Roberto en una F100 mod 74 se quedaron en el mismo lugar, esta vez les hice fotos, la misma técnica para salir de la arena. En noviembre comienza la temporada de pulpo.

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